martes, 17 de julio de 2007

Eine symphonie des grauens

Al llegar a la planta baja él ya la esperaba, le tendió su mano blanca y fría, como tallada en marfil, y depositó un gentil beso en su mejilla

-Espero disculpes mis modales, pero rara vez tengo huéspedes, especialmente tan encantadores como tú. Por favor, toma asiento y acomódate, esta será una velada que jamás olvidarás y no quiero que te pierdas el más mínimo detalle.

La condujo hasta una gran mesa, donde fácilmente cabrían unas veinte personas, y le indicó que ocupara la cabecera.

-Permíteme ayudarte –dijo, dejando entrever sus blancos colmillos a través de una sonrisa maliciosa- una dama como usted merece solo al mas atento de los anfitriones.

Levantó la silla sin el mas mínimo esfuerzo, permitiendo que se sentara, y luego, de la misma manera la volvió a poner en su lugar, con una ligereza y elegancia sobrehumanas.

- Espero no aburrirte con mi parloteo –exclamó mientras se sentaba en la otra esquina de la mesa- suelo divagar, espero puedas perdonarme.

Mientras decía esto posó sus penetrantes ojos negros sobre los de ella y su rostro adquirió un matiz amenazador, conservaba su aspecto cortes y calmado, lo cual la inquietó aún más.

-Veo que te he asustado pequeña, no hay razones para tal cosa, de cualquier manera, no debes huir de tu miedo. El miedo es el sentimiento primigenio, la esencia primordial de la vida, el miedo, como el dolor, te recuerdan que estas vivo. ¡Dios, Como extraño el dolor y el miedo! No, no soy un masoquista, al contrario, soy un amante de los placeres terrenales, ese fue mi crimen, mi condena, y es, probablemente, la causa de mi sufrimiento, pero en fin, talvez te estarás preguntando por que te elegí a ti, por que te traje a mi casa, a mi santuario. La verdad yo tampoco lo se con seguridad, creo que necesitaba alguien que me escuchara. ¡Pero por Dios, donde están mis modales! No te he ofrecido nada.

Tomó la copa de su huésped y vertió en ella un exquisito Chateau Margaux, mientras excusaba su abstinencia

-No es mi bebida preferida –dijo, en un tono un tanto irónico– además, no quiero estropear mi apetito.

Como te estaba diciendo, te traje a este lugar para desahogarme y te pido sinceras disculpas, si llego a aburrirte. Antes de decir algo más quiero aclarar que no soy un monstruo, razón por la cual no disfruto este estilo de vida. Amo a los hombres, como un padre ama a sus hijos o como un pastor ama su rebaño y no me es placentero tomar sus vidas para alimentarme cada vez que la sed me invade, es simplemente una necesidad a la cual me veo eternamente condenado, y que por lo tanto ya se ha convertido en algo cotidiano para mi, casi mecánico. Al principio intentaba conectarme en un nivel casi espiritual con mi víctima, los sujetaba amorosamente entre mis brazos mientras palpaba como la vida se les escapaba en bocanadas desesperadas, sentía el erotismo de la muerte, la pasión de su existencia en cada respiro y se veían tan inocentes, tan hermosos. Pobres hombres, no saben reconocer lo bella que es su existencia, lo apacible que es. Deseo volver a sentir aquello, quiero dejarme seducir por el clamor de la muerte, y que nuevamente me produzca placer consumir sus vidas, me siento adormecido y noto que mi presencia en este mundo se esta haciendo cada vez mas vacía.

Se levantó, apaciblemente, de su silla y con paso calmo se acercó a ella mientras la miraba, fijamente a los ojos, cuando se encontró a su lado le toco, tiernamente, la mejilla, mientras se agachaba para susurrarle al oído:

- Tú me ayudarás, no te preocupes, es una sensación hermosa, más que el amor, y prometo que no te dolerá.

La tomó de la mano invitándola a levantarse y la estrechó entre sus brazos. Ya no sentía miedo, al contrario, aquel hombre alto y delgado, de tez clara, facciones finas y modales casi aristocráticos le atraía de una manera nunca antes experimentada.

La besó afectuosamente en los labios mientras acariciaba su cabello

-Prometo que no te dolerá –musitó- confía en mí.

Besó su cuello y luego lo mordió suavemente, lo único que salió de su boca fue un apagado gemido, pero con eso bastó.

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