sábado, 24 de noviembre de 2007

I

Siento nauseas, huele a sudor y mediocridad. Las carnes flácidas de la vieja de al lado se bambolean al compás de esa horrible cumbia que tiene puesta el chofer. Me da asco pensar que de un momento a otro, producto de un giro brusco, esa vieja con sus pliegues de grasa pueda estar encima mío. Maldición ¿Y si tengo que bajarme antes que ella? Voy a tener que tocarla, porque de seguro no voy a caber por el pequeño hueco que hay entre su enorme panza y el asiento de adelante, no quiero ni pensarlo. Además está esa vieja que noto que hace un rato me mira con cara de “¿no piensas darme el asiento cabroncito?” Que se joda, prefiero mirar por la ventana.

El paisaje allá afuera es igual de desagradable, ahí esta de nuevo ese tipo sin piernas, tirado en el piso, pidiendo limosna y no se si sentir lástima por él o desear que lo maten de una buena vez. Y no se porque me recuerda a los Hare Krishnas de más atrás, que me imagino, aun deben estar cantando y bailando felices, mientras las viejas los miran escandalizadas y los perros se acercan a olerlos. Son descorteses, pero me gusta su onda de “no me importa nada, soy ajeno a todo” me refiero a los perros, fornican en la calle, no le deben nada a nadie y son, en definitiva, más libres de lo que jamás serás, creo que tus lazos y tu hogar terminan por esclavizarte y que tus posesiones terminan por poseerte. No te dejan dormir y al fin y al cabo, es solo un montón de mierda. Creo que la última vez que dormí bien tenía cuatro años y ningún conocido, luego vino el colegio, los compañeros, los cumpleaños a los que nunca estaba invitado y así es como mi patética “vida social”, si se le puede llamar así, empieza. De cualquier manera ¿para que quiero una “vida social”? no me gusta estar preocupado por sentimientos ajenos ni tener obligaciones estúpidas como hablar ¿para que hablar con alguien si es mejor disfrutar el silencio juntos? Así como hago ahora con mis compañeros de micro que, si bien me repugnan, al menos tienen la decencia de ignorarme, y ahora que la vieja gorda se cambió de asiento me siento hasta cómodo en esta oruga de latón a cincuenta kilómetros por hora, moviéndose por laberintos de asfalto y cerros marginales.

No quiero llegar, al fin estoy cómodo y se que en mi casa no voy a hacer más que lo que estoy haciendo aquí, además tengo un miedo irracional a quedar atrapado entre las ruedas de cualquier vehiculo al bajarme, como en aquel sueño en que el tren me cortaba los brazos, siempre sueño cosas similares, de hecho es gracioso, pero últimamente he tenido sueños mas “cotidianos” por lo que me cuesta diferenciarlos de la realidad, así que tiendo a confundirme y muchas veces creo haber hecho algo que la verdad soñé y viceversa, la verdad es bastante molesto, casi tan molesto como el niño del frente que desde hace un rato no hace más que chillar porque quiere quien sabe que estupidez, si no fuese por eso este sería un lugar casi decente

Veo por la ventana, mierda, me pasé de mi parada.



1 comentario:

Anónimo dijo...

lo unico que te puedo decir es que infinidades de veces me ha pasado lo mismo

pero aveces soy yo el que va al rincon cosa que es peor porque de verdad he preferido pasarme del lugar que voy solo esperando a que la otra persona que esta a mi lado se baje para no rozarlo
creo que muchas veces me da asco la mayoria de las personas que circulan en mi entorno

y por eso he preferido quedarme en mi dormitorio on mis cortinas azulules cosa que no me llegue ni la luz
y con mi notebook creo que mi felicidad es completa en ese momento.

esxcelente espacio
te felicito.