lunes, 2 de julio de 2007

Suicidio deleitoso

Yo no entiendo, mirá,
es terrible cómo la tierra se abre
y va comiendo uno a uno a los hombres.
Mueren, mueren todo el tiempo,
mueren por sus propios vicios,
juegan a la ruleta rusa.
Aquí mismo estoy mirando
nubarrones, duros golpes
y se pudren por dentro, Dios qué hastío.
Ahora veo uno que está por suicidarse,
se queda mirando el sol
que lo eclipsa, está temblando,
parece que se lanzará al abismo,
pero, sin embargo, está aferrado
con sus uñas, no quiere matarse,
no lo decidió aún en su conciencia,
ya está ahí durante horas,
pasó la noche y al alba le siguió
el nuevo día, está hinchado,
dicen que uno cuando está por morir
van muriendo sus cuerpos por dentro,
a éste le han crecido brazos como pulpos
que se aferran, cuelgan majestuosos
y de pronto ahí va,
es una viscosidad sobre la tierra,
ha caído al fondo del abismo
al más bajo cielo.
Pero hay otros que se suicidan más rápido,
surgen de la nada y ahí mismo se tiran,
me parece oír el palpitar de su corazón,
la adrenalina llegando al límite,
percibo su vibración,
veo sus piernas volando al viento,
su chamarra gris desprendiéndose,
la boca comiendo viento,
el susurro en la noche,
la caída mortal.
Tristes hombres, inocentes hombres,
brillantes hombres, hombres tristes.

Roxana Selum

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